TEtn qué se parecen Fernando Lugo y Joseph Ratzinger ? En que el primero es obispo de San Pedro y el segundo ocupa la silla de San Pedro, y en que ambos son jefes de Estado. Y nada más, porque, en todo lo demás, las diferencias son abismales. Fernando Lugo ha sido obispo de la región más pobre de Paraguay, que se llama precisamente San Pedro, y este contagio de la miseria le llevó a hacer algo por sus pobres por otro camino, puesto que por el camino de la Iglesia católica poco más podía hacer que predicar en el desierto. Y Fernando se armó de valor y se metió en política, con tal éxito que ha sido elegido presidente de Paraguay, uno de los países más pobres del mundo.

Ratzinger ocupa la cátedra de Pedro y es obispo de Roma, además de jefe del Estado vaticano, magistratura a la que llegó por designación del Espíritu Santo expresada a través de la voluntad de un puñado de cardenales electores, a los que precisamente nombra cada papa para que elijan al Papa, lo cual es un ejemplo sublime de democracia interna. A Fernando Lugo, en cambio, lo eligió el 41 % de los votantes paraguayos, lo cual no es moco de pavo en un país dominado durante décadas por una oligarquía militarista con la que el Estado vaticano tenía excelentes relaciones.

A los cargos de la Iglesia católica -como a los de las demás religiones- no los elige nadie, sino que los nombra el superior. Pero en la Iglesia católica a veces el pueblo expresa su opinión democrática expresando mayoritariamente su deseo, aunque todavía no haya llegado el día en que esa manifestación popular sirva para nada. En Extremadura hay un cura que se llama José Luis Martín , cuyos feligreses de Guareña y pueblos vecinos han reunido más de dos mil firmas para que el obispo de Plasencia no lo traslade a otra parroquia. ¿Cómo afecta el cargo de obispo a alguien sensato y razonable como Amadeo Rodríguez para que prevalezca no se sabe qué criterio sobre la voluntad mayoritaria de los feligreses? La promoción no democrática impide valorar la fuerza de la voluntad mayoritaria. El día que los fieles puedan elegir a párrocos, a obispos y al Papa, no harán falta obispos presidiendo países ni firmas para corregir autoritarias decisiones episcopales.