La distancia que hay entre la jerarquía eclesiástica y la realidad social es directamente proporcional a la que existe entre el estatus de un obispo y el de un pobre, es decir, un abismo creciente. Los obispos están pidiendo constantemente que la política no se meta en asuntos de religión, pero ellos están continuamente interfiriendo en la vida política. Ahora se descuelga el obispo de Coria-Cáceres apoyando la huelga general y erigiéndose en adalid de los derechos de los obreros. Pero, ¿qué tendrán que decir ante esta súbita fiebre social y vocación huelguista de los obispos los trabajadores de la Iglesia que cobran menos que los demás y cuyos contratos son leoninos; o los profesores de religión que son puestos de patitas en la calle sin ningún respeto a sus derechos cuando a la jerarquía le viene en gana? Puestos a hacer huelga, los primeros que deben secundarla son los trabajadores de los colegios religiosos y de los centros regidos por la Iglesia. Y, desde luego, los trabajadores y las trabajadoras que se ocupan de mantener los palacios episcopales y de limpiarles las cacas a los señores obispos por nada y menos.

Los obispos tienen dos varas de medir, una muy ancha y laxa cuando se refiere a ellos y a lo que representan --basta ver la actitud que la jerarquía ha adoptado en todo el mundo en relación con las decenas de millares de casos de pederastia protagonizados por curas y obispos--, y otra muy estrecha y rigurosa cuando se refiere a la política que realizan líderes de izquierda. Lo único que nos faltaba es un obispo llamando a la huelga.

Dice el inefable obispo de Coria-Cáceres, a través de esta increíble Pastoral Obrera, que la reforma laboral "tiene un marcado carácter idolátrico" y critica que la economía de mercado se ha convertido en un absoluto. Pero, ¿qué más idolátrico que la pompa y el boato insolidarios de la propia jerarquía eclesiástica; los tejemanejes de la curia y los negocios de la banca vaticana; el capitalismo salvaje que practica la Iglesia desde siempre y la participación de las finanzas vaticanas en infinidad de negocios oscuros; o la cobertura que da la Iglesia a los dictadores, los poderosos y los ricos?

A mí me han echado de la Iglesia por todas estas cosas y por otras que me callo. Hace 40 años que vengo haciendo huelga de misa y de sacramentos y el 29 de septiembre seguiré con ella. Como millones de ciudadanos hartos de tanta hipocresía.