TEtstamos en plena operación biquini. Aunque la lluvia y el frío de estos días nos hayan obligado a sacar de nuevo el cuello alto, sólo falta algo más de un mes para que el calor nos invite a lucir lo que durante todo el año hemos ido guardando tras la ropa de invierno. Los menos, cumplieron el propósito deportivo del año pasado y al mirarse ven sus musculitos y vientres firmes, preparados para recibir los primeros rayos de sol; los más, hemos corrido despavoridos a los gimnasios de la ciudad a quitarnos los excesos invernales, convertidos ahora en celulitis, estrías y cartucheras.

Y bien que se encargan algunos de recordarte "lo mal" que te has portado durante estos meses. Hace unos días aborrecí las ricas torrijas que con tanto gusto he comido durante esta Semana Santa. El monitor de mi clase de Gim Mantenimiento, que así se llama ahora la gimnasia de toda la vida, no paraba de recordar ese momento de placer culinario mientras nos sometía a las más viles de las torturas: bajar y subir el culete en cuclillas y con las palmas en el suelo. ¡Y todo por una simple torrija!

La verdad es que los gimnasios y centros deportivos son lugares curiosos. En ellos te encuentras estos días a media ciudad. En un gimnasio no hay diferencia de clases ni de sexos. Todos somos iguales ante el sudor. Políticos, policías, periodistas, empresarios o sindicalistas. Da igual. Allí nos encontramos todos; con caras de circunstancias cuando nos vemos de esas guisas: canillas al aire, camiseta de la Mahou y la cara desencajada tras los imposibles esfuerzos por terminar las series.

Y, por supuesto, ninguno acude al gimnasio por el culto al cuerpo e intentar evitar lo inevitable de la edad. Queda mejor decir que sólo vas a quitarte el estrés del trabajo. Será eso, yo no lo pongo en duda, pero si no fuera porque la operación biquini está en marcha, ¿no seguiríamos utilizando las técnicas antiestrés que tanto nos han relajado durante el invierno?