TDte las mezquitas de Batalyús habló un cronista árabe del siglo XV, quien recogió noticias de otro del X-XI. Y este último, el gran historiador cordobés Ibn Hayyan, reunió parte de su información de dos colegas anteriores, padre a hijo, Ahmad e Isa al-Razi, quienes destacaron por su sabiduría histórica. Como puede comprenderse, con estos antecedentes --no completos-- resulta muy difícil tomar el texto del primero de todos al pie de la letra y conviene diseccionarlo con mucho cuidado. De Batalyús se cuenta que sus dos primeras mezquitas eran: la mayor de la ciudad, con un alminar de piedra --léase esto con las debidas precauciones-- y la privada, que el emir Abd Allah (s. IX) permitió que Ibn Marwan edificara en su residencia de la alcazaba. También se habla de otras muchas mezquitas. Pero eso suena más a propaganda que a otra cosa. ¿Por qué? Porque se intenta demostrar la voluntad del príncipe por extender el islam. Si una ciudad tenía muchas mezquitas era debido a su gran población musulmana y eso, por supuesto, era propaganda en una región que había sido cristiana. Es difícil que fueran tantas, a juzgar por el tamaño de la plaza. Pero no sería raro que tuviera varias.

Alguna vez nos aparecerán los restos de alguna en algún barrio donde hubiera caserío árabe. Pongamos que hablo de El Campillo. En un momento se dice que el emir envió al oligarca batalyusí "obreros y dinero". Luego, parece creíble que los obreros vinieran de Córdoba y construyesen lo que fuera a la cordobesa.

De la mezquita mayor, la que se levantaba donde ahora San Agustín, queda poco de la sala de oración. Sólo una esquina de lo que parece haber sido la alquibla --convenientemente destrozada por la Junta, la iglesia y la empresa, sin que el atropello estuviera en proyecto alguno--, una buena parte del alminar --la torre-- y, quizás, el patio --en la ¿futura? Escuela de Artes y Oficios--. La medición ha de tomarse con cuidado, pero la dirección de la alquibla de la aljama de Batalyús casi coincidía con la segunda fase de la cordobesa --s. IX--. Parece lógico. La dirección venía impuesta por las circunstancias. Ni aun sabiendo que la del prototipo era algo inexacta, los artífices podían apartarse de la norma. Antes que nada esa orientación era un gesto de pleitesía hacia la dinastía reinante. Remato en la próxima.