No sé de quién ha sido el empecinamiento de dar el nombre del exalcalde socialista Manuel Rojas al futuro Palacio de Congresos y el interés repentino de nominarlo.

Prisas deben tener, porque no se entiende que hace unos días el consejero de Cultura y posible candidato a la alcaldía de Badajoz, Francisco Muñoz, convocase a la prensa para visitar las obras, en contra del criterio del propio arquitecto que, azorado, repetía que él no era partidario de enseñar tan pronto un edificio que todavía está en "rulos". Parece que el verdadero objetivo de la visita era que Muñoz dejase bien claros los límites de su dominio y que en ese pedacito de Badajoz quien manda es la Junta, en contra del espíritu de consenso que días antes los concejales socialistas compartieron en el pleno municipal.

Me viene a la cabeza lo ocurrido con el estadio romano José Fouto, que los emeritenses dedicaron al presidente de su club, decisión de la que se arrepintieron cuando el homenajeado defraudó a la afición. No es comparable, pero el nombre del Palacio de Congresos debería estar por encima de polémicas locales y servir de brindis a un hecho de las dimensiones del propio edificio.