Me cuenta mi hija que estos días dos jóvenes estudiantes de Badajoz protagonizan una polémica en un nuevo reality show de televisión e irremediablemente, días antes de su celebración, pienso en Los Palomos, una fiesta que también nació de una polémica que agrandó un programa de televisión.

Y es que a pocos se nos olvidará y por estas fechas siempre alguien lo recuerda, no sin esgrimir una sonrisa; cómo unas polémicas declaraciones del exalcalde de Badajoz Miguel Celdrán, en las que relacionaba a los homosexuales con su afición a los palomos, terminaron siendo el germen de una fiesta que coloca a Badajoz y a Extremadura en el centro de la defensa y reivindicaciones del colectivo LGTBI.

Los Palomos es, sin duda, el resultado de una combinación perfecta y en positivo del poder de amplificación y resonancia que tiene el medio Televisión; con la intuición y buen hacer de la Asociación Triángulo y el propio Ayuntamiento de Badajoz, que aprovecharon el tirón televisivo para dar mayor visibilidad a un colectivo necesitado de apoyo. Chapó. No creo que se dé otro caso igual.

Así que la polémica que protagonizan estos días en el nuevo programa de Risto Mejides, dos jóvenes que estudian en Badajoz no va a pasar más allá de un simple lío amoroso entre adolescentes; aderezado, eso sí, con las casi siempre insultantes palabras del polémico presentador que llama «calientapollas» a la chica, por no corresponder al amor que públicamente confiesa tenerle su compañero de piso.

Es triste comprobar la tele basura que prácticamente todas las cadenas ofrecen en sus parrillas a los más jóvenes. Pero al estilo Palomos intenté quedarme con lo más positivo del programa. Hasta mi hija se fijó en las bellas imágenes que se pueden ver de una ciudad bañada por el río Guadiana y que conserva un recinto amurallado de gran valor. La promoción va gratis. Incluso hay que aplaudir cómo la presunta «calientapollas» demuestra ser la chica más lista. A élla, según dice, sólo le interesa «lo que piense la gente que me quiere». Zasca.