TEtl 18 de noviembre de 1998, Angel Campos Pámpano me escribió en su libro La voz en espiral : "para Juanma, con quien comparto la voz del poema y el silencio de la poesía. Con el abrazo de su amigo". Nadie podía imaginar que poco más de diez años después, la voz del poeta se apagaría. Su muerte nos ha sobrecogido a todos porque no es justo que una persona tan joven, con tanto que decir y que escribir y tan dispuesta siempre a colaborar se haya marchado tan de repente, casi sin darnos cuenta, dejándonos una amarga sensación de dolor y tristeza, una orfandad intelectual de difícil sustitución.

El poeta de San Vicente de Alcántara también lo era poeta de Badajoz, de Extremadura y de Portugal. Angel fue un hombre cabal, entregado a la enseñanza y a la poesía, a las letras y a la cultura. Recuerdo sus palabras sabias, sus consejos oportunos, las interminables charlas o discusiones para premiar un poemario, para hablar de un libro o para crear un premio literario. Fueron intensos los años de colaboración con el premio de poesía Adolfo Vargas Cienfuegos , auspiciado y promovido por la Asociación de la Prensa de Badajoz, del que formó parte como miembro del jurado y por el que pasaron nombres de nuestras letras extremeñas de entrañable recuerdo y mejor valía poética. La pasión desbordante, la calidad humana y la inteligencia poética salían a relucir en aquellos debates entre Jaime Alvarez Buiza, Fernando León y el propio Angel. Después, le recuerdo como impulsor determinante del, abandonado por unos años, premio de poesía Ciudad de Badajoz, del que acabaría, también, siendo miembro de su jurado. Gracias a él, se recuperó un premio de poesía con historia y con una nómina de premiados de primer nivel y, gracias a él, se creó el premio de novela Ciudad de Badajoz. Sus ideas, sus consejos, sus contactos y su mediación hicieron posible que Badajoz tuviera un lugar en el universo de las letras.

Fueron muchas horas de confidencias, emociones y negociaciones y, el paso de los años, agrandó nuestra amistad y mi admiración por su obra, ratificada en un libro, La semilla en la nieve , donde la potencia de la palabra y la desnudez del alma homenajeaban a su madre fallecida a la que llevó siempre muy presente no olvidando jamás su apellido. El vacío dejado ahora por Angel nos hace comprender mejor aquellos versos, aquellas lágrimas que sentimos como propias.