La pandemia --según su etimología derivada del griego-- es una cosa que afecta a la totalidad de un pueblo, generalmente enfermedad, cuyo uso ha disminuido mucho. Porque en nuestras excelentes condiciones de salud es muy raro que se propaguen las pestes como lo hicieron otrora. Así que estabas tan tranquilo respecto al tema y habías desechado la palabra de tu léxico habitual --léxico, por otra parte, y tal vez por culpa de los sms, que va decreciendo alarmantemente en calidad y cantidad--. Pues resulta que ha aparecido de pronto el virus ese de las narices y las pandemias han vuelto a primer plano, mostrando su más cruda cara de azote de la humanidad. Otra vez camino de la historia, como la peste negra y la gripe española. Y si solo fuera la de la gripe, aún tendrían un pasar. Lo peor es que allá por donde miras aparecen pandemias en cualquier rincón. El pueblo humano se está volviendo majara y en esta primavera de sequía solo hay brotes verdes en la engolada palabrería de algunos tontos. De ahí las campañas electorales tan enfermas que les salen a unos y a otros: la totalidad diciendo bobada tras bobada como afectados de un síndrome crónico de regresión. Europa mirando al cielo igual que entonces, cuando iba a la grupa del toro para coronarse en Grecia --que de allí salió esta Europa, igual que las pandemias-- y a punto de convertirse ella también en una europandemia de cuidado, llenita de muchas naciones cada vez más pequeñas y más cutres, repletas de dolencias que las hacen parecer más bien pueblos enfermos de quienes casi nadie espera nada. Y por si fuera poco, anuncia la señora Pajín un próximo acontecimiento ya no solo europeo, sino planetario. Es decir, el mundo entero aquejado de la misma enfermedad: un virus único, aunque con sus variantes, como el H1N1. Pregunto, ¿qué tipo de pandemia habrá afectado a doña Leire para dejarla así? Mientras la OMS trabaja en una vacuna de urgencia, te sometes a aislamiento voluntario: no salgas, no escuches, no leas.