TEtsta semana hemos conocido el número de parados que están inscritos en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo en Extremadura. Una cifra que, por primera vez, ha dejado de ser un frío y vacío número, para convertirse en un drama cercano y real.

Son tantas las personas que ya han perdido sus empleos, que a cualquiera de nosotros nos es fácil reconocer, en nuestro entorno más cercano, alguna de sus historias.

Todas son muy difíciles de encajar, pero si cabe la que más, es la de aquellos padres y madres que se revuelven ante la desesperación e impotencia de ver que no pueden ni tan siquiera comprar comida para sus hijos. Son familias que se han quedado sin sus empleos y ahora tienen que acudir a los comedores sociales para conseguir alimentos.

No es de extrañar que un periódico publicara recientemente que había aumentado el número de robos en supermercados. Una situación que evidentemente no pasa desapercibida para los responsables policiales que reconocen, en privado, que podría producirse un incremento en el número de delitos en nuestras calles.

Ante esta complicada situación solo nos queda esperar de nuestros representantes políticos y sindicales, incluso de los medios de comunicación, una actitud de coherencia y responsabilidad.

No es de recibo que esta semana mientras que el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara , volvía a manifestar su temor ante los conflictos sociales que puede provocar la crisis otros se hayan dedicado a hacer llamamientos a la revuelta popular.

¿Manifestaciones ante las puertas del Ayuntamiento de Badajoz? Entonces habrá que hacerlas también en la plaza del Rastro en Mérida o ante La Moncloa. O en las puertas de las empresas de Extremadura.

Es cierto que tenemos que reclamar políticas eficaces y comprometidas con el drama social del desempleo, pero no es momento de azuzar más una hoguera que ya está lo suficientemente prendida.