Una tarde de lo más anodina por la absoluta invalidez de los toros de Lagunajanda fue lo que dio de sí el festejo de ayer en Las Ventas, en el que destacó el buen oficio de López Chaves, aún sin espada, y en el que confirmó alternativa Julio Parejo (Badajoz, 1987), que anduvo digno pero sin rivales.

Esto del toreo es cosa de dos. Y cuando no quiere... ya se sabe. El remiso, o los remisos, mejor dicho, fueron los toros de Lagunajanda, todos en el límite de la invalidez, imposibles ni tan siquiera para ensayar el toreo. También el viento molestó durante toda la función, la cual se acabó yendo por los derroteros de la frustración y la desesperación.

El de la confirmación de Parejo fue devuelto por partirse un pitón por la cepa en el primer encuentro con el caballo. El extremeño corrió turno y saltó al ruedo el reseñado como sexto, un tío , que se dice en la jerga por su imponente estampa, aunque pronto evidenciara muy pocas fuerzas, llegando a la muleta sin ningún celo, moviéndose al paso y perdiendo las manos continuamente. No tuvo la suerte de cara Parejo, aunque se mostrara por encima de las circunstancias, haciendo las cosas con mucho temple, dentro de una labor que, como no podía ser de otra forma, no llegó a calentar. El sexto fue un sobrero de El Risco, en la línea de los titulares, es decir, blando y sin fondo. Parejo anduvo con ganas, pero, volviendo a lo mismo, cuando uno de los dos no quiere pelea... poco o nada se puede hacer.

El primero de López Chaves fue también para atrás por su absoluta invalidez. El hermano de camada que salió fue bravo en el caballo, empujando con fijeza y mucho poder sobre todo en el primer puyazo. El sobrero, sin ser nada del otro mundo, al menos se mantuvo en pie para que Chaves, a base de consentirle y hacerlo todo a su favor, extrajera muletazos de notable entidad por el derecho.

Tampoco tuvo tela que cortar Víctor Janeiro.