TLta Pasarela Badajoz debería alcanzar su protagonismo en el sector de la moda y las tendencias si no fuera porque, al fin y al cabo, aquí solo reproducimos lo que sale en televisión, el cine o las revistas y, frecuentemente, con demasiado retraso. Sin embargo, "porque semos asina, semos pardos, del coló de la tierra, los nietos de los machos que otros días triunfaron en América", que diría Chamizo, aquí solemos darle nuestro puntito de distinción.

Por ejemplo, el perroflauta, ya saben, barba de chivo, pelo largo, algunas rastas, pantalón ancho o de acróbata, botas de soldado, el desaliño como esencia y el perro y la flauta, casi siempre ya desterrados. El propio, no obstante, puede añadirle a la imagen un tatuaje de la virgen de la Soledad en el brazo, como observé atónito este verano cruzándome con uno por la calle Felipe Checa. Todo con una pulcritud que ríete de los cigarros de liar. Por ejemplo, la señora de toda la vida, clásica, viuda a ser posible, cargada de pulseras, labios rojos e intensos, pelo cardado hasta el infinito y sin complejos de arrugas ni lorzas cuando se pone, para jincarse media docena de vinos y un entrecot de kilo y medio en Galaxia, un escote hasta el ombligo, unos tirantes sobre los hombros que apenas sujetan y unas mallas negras apretadas. Todo con un estilo que ya quisieran las top. Por ejemplo, el tipo tronista, poligonero y cani que frecuentan algunos delirantes pubs del casco antiguo, es decir, morenazo de Las Crispitas, plataformas imposibles, musculatura de obra, faldas de tubo que tienes que estar permanentemente bajándote para que no se te vea el tanga mínimo, peinados en cabriola y hasta las orejas de marroquinería y joyas de todo a cien. Eso sí, aguantan como campeones hasta el amanecer. Por ejemplo, el modelo pijo de toda la vida, pantalón clásico pero claro, camisa por fuera a la altura de la cintura, manga larga recogida en tres vueltas y muy suelto en ademanes, como si tuviera perras, como si fuera una estrella.

Ya con lo que no puedo de verdad son con los pantalones cortos de las niñas, deshilachados y enseñando culete, los pantalones cagaos, de pitillo o desmontables, casi siempre en ellos, los cortos a cuadros, que me parecen como sacados de una película del Lute y los estilo pirata, sí, esos que uno se los pone en verano y llegan hasta el tobillo y entonces te preguntas por qué le llamas pantalón corto y cuánto calor te quitan. Volviendo a Chamizo: "Los viejos s'apiñan, s'apiñan las viejas, jaciendo la bulra de la gente nueva".