TQtué es la acera de La Marina?, preguntaba un joven cuando le contaba hacia dónde crecía la cola para comprar las entradas de las semifinales del concurso de murgas. No lo sabía.

Le expliqué que ahora la acera de La Marina, el paso entre la fachada del López de Ayala y San Francisco, no tiene especial relevancia, pero que hace años era un corredor en el que varias decenas de ojos seguían al caminante, y solo por allí se aventuraba quien estaba seguro de que iba en perfecto estado de revista o quien vivía ajeno a la sociedad pacense; de lo contrario más valía meterse por San Francisco o dar la vuelta por Pedro de Valdivia. Era la pasarela de la moda y la tontería de un Badajoz provinciano donde padres y madres de la buena sociedad se daban cita para chinchorrear y cortar un traje a todo el que por allí se aventuraba y, ya puestos, también a la familia del incauto saliendo a relucir filiaciones y pueblerinos escándalos. Y así pasaban, tan ricamente, las horas del aperitivo, las tardes de primavera y las noches de verano.

Lugar para ver, pero también para dejarse ver en un juego en el que todos participaban.

Mucho ha cambiado Badajoz desde mi primera juventud, cuando aún este paso era lo que era, ámbito donde darle a la pestaña y a la lengua y donde lucir palmito. Desconozco la fecha en que se instaló esta cafetería en la esquina del edificio del López pero, al decir de mis mayores, por lo menos ya era zona para el encuentro en la década de los cuarenta. Yo viví los últimos años de su mejor época, y pasaba por allí camino de casa de mis abuelos o de mi amiga Lupe, en Santa Marina donde, frente a las casas del ayuntamiento, la de los patios tras las arcadas, aún se levantaban los chalets, en alineada sucesión, hasta la cabeza del puente.

Pero vuelvo a la Marina por donde desfilaba no sin cierto azoramiento, siendo muchas las veces que me desviaba por los laterales para no ser examinada. Hombros atrás, barriga adentro y mirada al frente. Interminable las filas de veladores que flanqueaban el paso.

Ya estabas, a salvo, en el otro lado.