Con la alfombra roja de los Oscar a la vuelta de la esquina, he dedicado un fin de semana a una maratón de cine. La intensa Tres anuncios en las afueras, la curiosa The Disaster Artist, la pedagógica Los archivos del Pentágono, la hermosa La forma del agua y la correcta El instante más oscuro. El cine no solo es entretenimiento con vengadores, hobbits y galaxias o puyazos en el alma tipo Jarmush, Stone o Loach. A menudo, sin artificios ni discursos grandilocuentes, la gran pantalla ofrece películas con lecciones contemporáneas. The Disaster Artist cuenta la épica del incalificable Tommy Wiseau y el absurdo rodaje de The room. Un personaje que no era quien decía ser, una estrafalaria identidad y una amistad complicada al servicio de un sueño. Tres anuncios en las afueras es la violencia más allá de lo físico, la violencia de la ignorancia, de los silencios, de la complicidad con el mirar para otro lado y esperar a que el tiempo cure las heridas cuando las heridas no curan hasta que no pagan quienes las producen. Los archivos del Pentágono es la libertad de prensa, la libertad de expresión, esa manía de unos por impedir que otros hablen o busquen la verdad o difundan hechos y pensamientos. La forma del agua es el amor en los límites de la realidad, el amor que da sentido, que supera barreras y que, por desgracia, genera conflictos. Y El instante más oscuro es el empecinamiento por demostrar que un pálpito o una intuición pueden ser más contundentes que un millón de toneladas de buenismo. Las cinco películas, que no tienen nada en común, muestran un hilo invisible -por cierto, otra historia de amor entre costuras que hará las delicias de los aficionados al mundo de la moda- que las une en el pozo de una sociedad amargada: todo es un simulacro y cualquier atisbo de humanidad o ética de la convivencia lo quiebran la ignorancia o personajes que miran tras los visillos de la ventana, sin salir, sin protestar, más bien alentando la mordaza o saliendo, si acaso, para participar de la turbamulta que, ¡oh casualidad!, siempre hace bandera del apaciguamiento. Un amor anfibio pero sincero puede ser la metáfora de cuanto pasa en nuestro tiempo: escándalo y reacción pero su final, igual que conmovedor, es esclarecedor: «la vida es solo el naufragio de nuestros planes».