TLtas perdices están asociadas al final feliz de los cuentos. No sé por qué la felicidad hay que rematarla con un banquete a base de perdices, pero estoy de acuerdo con que sea así. Me encantan las perdices estofadas, desde luego, y creo que, sin despreciar otras volátiles, un buen final es aún mejor con un plato de estas avecillas hechas en su punto. Lo que pasa es que, para llegar al buen final, y a las perdices, hay que pasar de todo en esta vida.

Antonio Pérez del Río , extremeño, de Guareña, y Ursula , alemana, son una pareja que llevan muchos años juntos. El fue marino, gerente de teatro en Madrid, cocinero en Londres y muchas cosas más. Cuando conoció a Ursula, decidió echar raíces y lo hizo, con ella, en Jávea, en la ladera de ese bellísimo promontorio que es el Montgó, en un hermoso chalé con piscina y todas las comodidades. Yo les conocí allí hace años y creí que seguirían allí para siempre, tan felices, y que comerían perdices.

Pero, no. Hace no mucho tiempo se cansaron de la invasión urbanística y multitudinaria de la costa levantina, y decidieron cambiar aquel horizonte marino por la perspectiva verde y densa de la dehesa extremeña. Sin saber cómo, Antonio volvía a sus orígenes y Ursula también, porque, aunque ella haya nacido en Alemania, la fuente de todo ser humano no es otra que la naturaleza y ésta es universal, al margen de su ubicación.

Antonio y Ursula vendieron todo lo que tenían y se vinieron a Arroyomolinos de Montánchez, donde compraron una finquita y donde han construido, invirtiendo todo su dinero, una preciosa casa rural, con cuatro bungalows y otras habitaciones, en mitad del paraíso. El lugar se llamaba Las Perdices , y así se llama ahora la casa rural, de modo que, en su caso, la felicidad de hacer lo que se desea, tener el valor de llevarlo adelante y confiar en el éxito del propio esfuerzo, se ve rematada por el doble encantamiento de comer perdices en Las Perdices.

Son dos emprendedores, de los muchos que hay en Extremadura o que vienen a ella, como Michael Wray y Lourdes en Valverde de Leganés, que representan la esperanza y la confianza en mitad de esta tormenta que llaman crisis.