Desde que en enero de 1990 me iniciara en el periodismo, he tratado con todo tipo de personas y circunstancias, he alimentado mi ego, he pasado desde comerme el mundo hasta ser devorado por él y estuve en el paro. Es decir, he pasado por todas las etapas que un periodista necesita para esculpir su carácter, sumar en su capacitación y perfeccionar su olfato. El mismo que me dice que no son buenos tiempos para el periodismo. El espectáculo, la simulación, la falta de ética, la ausencia de formación, los pocos escrúpulos y los intereses espurios están convirtiendo la profesión periodística en un lodazal donde la verdad y las buenas prácticas profesionales están siendo pisoteadas por unos pocos. Hay un exceso de política y un déficit de asuntos humanos en las informaciones a la vez que un preocupante alejamiento de la realidad. Instalados en la irrelevancia, los hechos se presentan como opiniones y, las opiniones, como imposiciones. Hay mucho ignorante informando y opinando, ejerciendo peligrosamente la posverdad. Por eso, las redes sociales, a veces fecales, se han convertido en una peligrosa fuente de información donde cualquier perfil se da un atracón de majaderías y calumnias que un periodismo poco profesional puede aceptar como propio o, peor aún, como verdadero. Y es que no todo el mundo es periodista y el error ha sido aceptarlo. Así, han llegado francotiradores, mercenarios y chusqueros del periodismo que aún está por determinar si han hecho más daño a la profesión, a los profesionales, a la verdad o a todos a la vez mientras siguen en su guerra particular, viviendo en un mundo niuyortain donde, definitivamente, han desterrado la honestidad y la deontología en servicio de la mentira y la demagogia. El periodismo son los hechos, contrastables, rigurosos, de fuentes (el que informa, el que confirma y el que blinda) y la opinión, que no es información, requiere, sin embargo, de sus mismos anclajes para que la consecuencia no sea una burda manipulación. Niguel Champman, del servicio mundial de la BBC, siempre ha hablado de precisión, imparcialidad y transparencia. Fuera de ahí, los periodismos son fuegos de artificio.