Una de las fachadas de la catedral, la más próxima a la calle San Blas, donde se está acometiendo la obra de ampliación del museo catedralicio, luce desde hace días una pintada que, lejos de limitarse a ensuciar los bienes públicos, como ocurre habitualmente, está cargada de contenido crítico contra los propietarios del edificio. No debe ser ese el camino ni el método porque, entre otros motivos, la catedral es patrimonio de todos, no sólo de los católicos.