Se celebra este año el quinto centenario de la elaboración del retablo de Santa María de Tentudía por el maestro ceramista Niculoso Pisano. Era italiano, afincado en Sevilla desde fines del siglo XV. Tiene otras obras en la ciudad del Guadalquivir e, incluso, en Flores, un pueblecito de Ávila. No cabe la menor duda de que sus murales son muy destacables en lo estético. Auténticos cuadros sobre soporte cerámico. Pero su mayor valor, su trascendencia histórica rebasa, sin disminuirla, el valor de su obra. Se formó en los modos cerámicos imperantes en la Florencia de su época, o sea, en el Renacimiento, y resultaba ciertamente novedosa en la Castilla del momento.

La península Ibérica tuvo una época muy oscura, en términos alfareros, durante el período visigótico y en los inicios de Al-Andalus. No existieron unos parámetros claros, capaces de definir las producciones de ese período. Ni siquiera la conquista árabe tuvo un impacto suficiente. Las formas y las técnicas no sufrieron ningún cambio rápido, sino muy lento. La auténtica aparición de elementos nuevos se produjo, en el siglo X, cuando alcanzaron Córdoba las producciones pintadas en blanco bajo vedrío transparente de óxido de plomo, de origen bizantino. Imitaciones, a su vez, de las abbasíes de Iraq. Los arqueólogos las conocemos como cerámicas de «verde y manganeso». Las trajo un artesano -o un grupo- desde Constantinopla a petición del califa al-Hakam II al emperador Constantino VII. Se quería decorar la fachada del mihrab de la aljama cordobesa: el lugar más sagrado del edificio y el más emblemático de la dinastía omeya occidental. El trabajo realizado fue espléndido, aún podemos apreciarlo. Un mosaico de fondo dorado y decoración floral, único por estos lares. Y, delante del nicho, una cúpula extraordinaria con el mismo tipo de ornamentación. Pues resulta que en esa cúpula hay una moldura cerámica cuya materia no se diferencia visualmente del fondo. Está ejecutada con piezas prefabricadas de «verde y manganeso». O sea, la técnica llegó de la mano de un extranjero. Hizo fortuna aquí y se convirtió en la más clásica del islam peninsular. Casi puede hablarse de ella como de un signo de identidad. Ya leerán por qué cuento esto.