TNto viene en el diccionario pero todos entienden que el piscinero es tanto el que se preocupa de los cuidados de la piscina como el que se tira, metafóricamente hablando, a la misma, bien con el ánimo de engañar (los futbolistas buscando penalti, por ejemplo) o bien haciendo una cosa sin pensarlo, arriesgando sin averiguar, primero, si hay agua o no dentro de la piscina. En ambos casos, el piscinero de la metáfora demuestra intencionalidad en la artimaña y torpeza en el disparate. Lo que no se había descubierto aún es que piscinero fuera sinónimo de demagogo. Ha ocurrido en Badajoz.

Después de tantos años, la piscina municipal tiene los fondos necesarios para afrontar los complicados ajustes a los que debía someterse para ofrecer un mejor servicio a los usuarios. Como dichos fondos proceden del famoso Plan E, hay unos plazos que deben cumplirse y, a causa de ellos, ha de permanecer cerrada durante el verano. Hasta aquí, todo normal. Lo extraordinario ha sido la pléyade de espontáneos que han opinado al respecto. Criticándolo, claro. Los pacenses, dicen, se quedan sin piscina en verano. Tropelía, ineptitud, desidia, canallada, en fin, lindezas todas procedentes, que yo sepa, de quienes jamás usaron ni usarán dichas instalaciones. Es más, a alguno de ellos le he oído, en más de una ocasión, lo que piensa mucha gente de Badajoz: que a la piscina municipal va determinada gente (marteses, dicen, que tampoco viene en el diccionario) con la que no se quieren mezclar y por eso se largan a las de Olivenza, Elvas, Talavera o a la playa directamente. Todo muy progre, muy solidario y muy moderno.

Otro caso. La semana pasada, un joven, supuestamente, comete un desvarío y, en su huída, conduce, sin carnet, un coche con el que atropella mortalmente a una persona, negándole el auxilio y continuando su marcha. Días más tarde, un puñado de vecinos reclaman para el lugar más semáforos. No sé muy bien si toda la culpa de lo sucedido la tuvo el ayuntamiento, por no poner semáforos en la zona, o si, de haber semáforos, el presunto habría respetado la señal y cedido el paso. De una u otra forma, no se entienden repentinas reivindicaciones sobre la base de un hecho desgraciado y supuestamente delictivo.

La experiencia demuestra, una vez más, que tirarse a la piscina es fácil pero el sentido común aconseja ser, de vez en cuando, inteligentes.