En el momento de mayor auge del botellón en el parque de Salto del Caballo, los habitantes del entorno se quejaban de que las viviendas de la zona se había depreciado debido a este problema. Concepción Ramírez recuerda que ella misma sufrió la depreciación de su casa, hasta tal punto que resultaba imposible venderla. "Se depreció porque ¿quién aguantaba eso?" y ahora es una de las zonas más caras de la ciudad.

Concepción Ramírez apunta que la presencia de miles de jóvenes no solo era insoportable por el ruido, sino por los destrozos que causaban en el parque, en las calles de alrededor y en los portales. En algunas comunidades cuando llegaba el Carnaval contrataban a un guarda para que vigilase las cocheras. Todo aquello se olvidó pero ahora el ruido de las motos que atraviesan el césped les ha hecho recordar aquellos malos tiempos.