Una ciudad es el tejido social que se entrelaza y la habita, la gente, lo que hace esa gente, dónde y cómo vive y la actividad que genera cualquier agrupación humana. Toda ciudad tiene una serie de rincones, de plazas, edificios, de espacios que son propicios al encuentro y al intercambio.

La plaza Chica y el mercado de Santa Ana --ejemplo de arquitectura racionalista--, así llamada para deferenciarla de la plaza por antonomasia --la de abastos, que estaba en la plaza Alta, dentro del edificio metálico que hoy está en el campus de la universidad--, es uno de esos lugares. O mejor dicho, era. Hoy es un edificio en ruina carcomido por la humedad y el abandono, sin que nadie, ni ayuntamiento, ni comerciantes, ni vecinos, ni otras entidades sepan muy bien qué hacer con él, más allá de propuestas para dedicarlo a espacio de exposiciones.

El consistorio anuncia un nuevo concurso de ideas para buscarle uso, pero mientras, los dos negocios que quedan, que no quisieron irse a La Plaza, en Pardaleras, tienen sus días contados ante el plazo dado por Sanidad si no se solucionan los problemas sanitarios que padece. La solución no cabe en una ocurrencia, más bien requiere un mínimo estudio para hallar un uso que le devuelva su función. Puede que su proximidad al río podría ser una guía.