Hasta el cuarto, la tarde tuvo muy poca historia. Tanto el de Terrón que abrió plaza, para rejones, como los dos de Zalduendo que hicieron primeros de los lotes de Morante y Cayetano, dieron muy pocas opciones. Manso y sin acometividad el primero de Hermoso de Mendoza, muy peligroso por el pitón izquierdo el segundo, con el que Morante abrevió con lógica, a pesar de la incomprensión popular, y sin entrega clara el novillo tercero de Cayetano, hicieron que la primera mitad se pasara con más pena que gloria.

Saltó el cuarto, de Terrón, se dejó llevar y Hermoso de Mendoza dió una lección de toreo a caballo. Pletórico el navarro con Chenel, dejándose llegar mucho al toro, lo templó y no se dejó tocar la cabalgadura. Maestría a caballo y toreo de calidad, tanto con éste equino, como con Campogrande, en cercanías y sobre Nativo, con el que colocó un gran par a dos manos con las cortas, por dentro, muy ajustado.

Morante consiguió poner de acuerdo a todos en el quinto. Los que antes le habían protestado su actitud breve y medrosa con el segundo de la tarde, le aplaudieron su obra de arte con éste. Faena de gusto, no maciza ni redonda, pero con una gran carga de plasticidad, belleza y torería de éste personal torero sevillano. Las verónicas de recibo y la media que dibujó en el quite tuvieron su sello particular. Con la muleta, destacó la primera serie por el derecho, el mejor pitón del buen Zalduendo, y un pase de pecho lento y hondo. Después, hubo intermitencias, pero de pronto surgían destellos, pellizcos y gracia sevillana en los remates, en los adornos y en muletazos sueltos. Obra de Morante sin argumento, anárquica, pero de las que dejan regusto.

Cayetano no tuvo lote adecuado. Dejó muestras de su clase, de torería y hasta de valor. Estuvo en novillero, pero habrá que esperar mejor ocasión para verle torear y comprobar que, todo lo que apuntó esta tarde, se consolide y tome cuerpo.