Todos los que pasaban ayer por la mañana en dirección a la plaza Alta coincidían en pensar que se trataba de un acto vandálico que tenía como único objetivo causar daño. La fachada del edificio El Silencio, situado en la esquina que forman las calles Moreno Zancudo y Encarnación, amaneció ayer quemada. El autor seguramente prendió fuego al sofá de madera que este establecimiento dedicado a productos gourmet mantiene en el exterior, con cojines, para disfrute de su clientela.

Según el dueño y promotor de este particular rincón, Julián Monge, posiblemente también quisieron que ardiese la sombrilla, pues había sido desplazada para acercarla al sofá, aunque afortunadamente no ardió. La fachada, lucida con cemento a la cal, sí ha sufrido por culpa del fuego y se encontraba ennegrecida hasta la altura del balcón del primer piso.

Monge contaba que por suerte cerró las ventanas de arriba, pues de lo contrario podrían haber ardido las cortinas y afectar al interior de los apartamentos. También el material de la puerta, fabricada en chapa, fue crucial para evitar que el fuego entrase en el local. «Es que no entiendo qué pueden ganar con esto», se lamentaba Monge, quien señaló que el fuego ocurrió antes de las 7.00 de la mañana, que fue cuando un trabajador de la churrería próxima se percató de lo que sucedía y apagó las llamas con cubos de agua.