Se quejaba el alcalde Miguel Celdrán de que el presidente de la Junta Rodríguez Ibarra le hubiese enviado una carta y, simultáneamente, diese a conocer su contenido a los medios de comunicación. Decía Celdrán que le hubiera gustado que Ibarra hubiese esperado al menos unos días, a fin de que el alcalde hubiera tenido tiempo de digerirla, porque parece ser que necesita más tiempo para contestar.

No le gusta al alcalde este proceder del presidente, pero olvida que él mismo lanzó un ultimatum a Ibarra, dos días antes, y lo hizo utilizando el mismo mecanismo, a través de los medios de comunicación. O sea que a Celdrán no le importa lanzar una misiva a través de la prensa, pero sin embargo parece que le disgusta que le contesten por la misma vía, aun cuando paralelamente también se utilicen los medios oficiales. No parece muy consecuente por su parte exigir privacidad cuando él es el destinatario y sin embargo utilizar la publicidad cuando el receptor es otro.

Nosotros, por otro lado, encantados. Al fin y al cabo somos, por definición, medios de comunicación y por ende nuestro cometido es también la intermediación, aunque por ello nos sintamos utilizados. Pero no está bien que unas veces sea correcto ponernos por testigo y otras veces parece que incomoda hacer las necesidades en público.