Si alguna vez el marxismo, el comunismo o cualquier otro ismo familiar de las memeces pretéritas que tanto daño hicieron al mundo tuvo alguna razón de ser, queda claro que algunos de sus supuestos representantes o portavoces actuales han dado al traste con toda la teórica. Mientras determinados sujetos han crecido en entornos de familias acomodadas, adineradas y protegidas (en ciertos casos, incluso por el anterior régimen), otros eran hijos del hambre de los cuarenta, la represión de los cincuenta, la emigración de los sesenta y las incertidumbres de los setenta. Mientras algunos se fabricaban biografías escarlatas, otros eran expulsados de ciertos sitios por comunistas. Mientras algunos podían estudiar lo que querían cuantos años necesitaran en el lugar que eligieran, otros tenían que solicitar beca y ver cómo sus padres se partían el espinazo para que el niño hiciera una carrera. Mientras algunos hacían brindis al sol, otros se manifestaban contra la OTAN y hacían huelgas generales.

El referéndum contra la OTAN fue el feliz advenimiento de una izquierda diferente, ilusionada y cercana, hoy convertida en marginal e histriónica donde, además de perder apoyos a raudales, un día un dirigente dice que Jesucristo era comunista y al día siguiente, otro comenta que se van a pedir explicaciones a la CIA y al FBI por el retrato de Bin Laden y el juego de los parecidos razonables.

La sociedad española está harta de políticos mediocres, de intérpretes partidistas de la historia y falsos líderes que defienden regímenes totalitarios en vez de irse a vivir a ellos. Pero, sobre todo, de lo que está cansada la sociedad es de declaraciones de bienes que parecen el club de la comedia. Fincas rústicas por aquí y por allá, segundas, terceras y hasta cuartas viviendas, casas de cuatrocientos metros cuadrados, coches de alta gama, barcos, millonarias cantidades a plazo fijo- Unos, dicen que es el fruto de su trabajo; otros, una herencia. Pero, ¿cuánto tiempo hay que trabajar y en dónde para tener algunas propiedades y, sobre todo, saldos medios en la cuentas corrientes de doscientos mil o medio millón de euros?

Sin embargo, lo peor no es eso: lo peor es que uno no entiende cómo se hace frente al gasto que supone vivir y mantener una vivienda y una familia, como poco, con un saldo medio en el banco de cien o cuatrocientos euros.