Ya estamos en el 2009. ¡Qué pronto se pasan los años!, me decía una amiga hace unos días, charlando sobre la llegada del nuevo lustro. Vivimos tan rápido, que se nos escapa el tiempo sin enterarnos. Y lo peor de todo, es que nos damos cuenta cuando ya hemos pasado un buen trecho.

Y hablando de los acontecimientos que se superponen y acumulan y que nos hacen vivir a cien por hora; no me digan que el mes que acabamos de estrenar no es estresante. Enero es el mes de los Reyes, de las rebajas, de la cuesta, de los buenos propósitos-.uff, sólo de pensarlo me da pereza.

Y todo ello sin ponernos en el pellejo de los más supersticiosos. Ellos tienen además otra preocupación. Temen más a la terminación impar de este 2009 que a la jodida crisis. Y eso que este año se anuncia como el peorcito de los últimos tiempos. Así que la cuesta de enero, más que empinada tendrá una pendiente, que mejor se abstenga los que padezcan vértigos.

Sin embargo tengo la sensación de que no estamos siendo conscientes de la situación económica que se nos avecina, según todos los pronósticos. O no queremos serlo, que también es comprensible. Y la prueba de ello es que Badajoz está estos días a rebosar. La gente está comprando. Algo menos que otros años, dicen algunos empresarios; pero lo cierto es que las tiendas de ropas, las grandes superficies y no digamos las jugueterías, están a rebosar. Que nos quiten lo bailao, decimos los más optimistas.

Pero luego llegarán las rebajas. Y volveremos a salir a la calle atraídos por esos diabólicos carteles anunciando descuentos imposibles para nuestros ya muy dañados bolsillos.

Por ello, este año, uno de los primeros propósitos para muchos ya no será ir al gimnasio o el aprender idiomas, que también estarán en la inservible lista. Sino el de ajustarse un poquito más el cinturón para capear como podamos el temporal.

El problema es que para muchas familias ése no será un propósito sino una obligación.