Acaban de producirse dos accidentes muy graves en la ciudad. Uno de ellos por sus consecuencias mortales para un trabajador de la construcción, portugués, que llevaba dos días trabajando para una empresa de su mismo país, en una obra en Las Vaguadas. El otro porque cinco jóvenes resultaban heridos, dos chicas y tres chicos que estudian en Badajoz, que se empotraron contra un semáforo tras una noche de fiesta. Son dos ejemplos de la sangría que suponen la siniestrabilidad laboral, que sigue siendo más alta que la media del país, y la de tráfico, que no cesa. En este caso, aunque hay muchos factores que pueden concitar circunstancias que concluyan en un accidente, el factor humano sigue siendo fundamental y dentro de él, la educación. También en el mundo laboral es importante, pero no siempre el empleado está en disposición de decidir sus condiciones de trabajo. La del pasado viernes fue una jornada trágica para la familia y compañeros de ese trabajador de Campo Mayor que se cayó por el hueco de la escalera desde un tejado y debería serlo para todos nosotros. Parece que queda mucho por hacer en esa materia y en la educación de nuestros jóvenes.