Después de una década al servicio de las personas sin hogar, el Centro Hermano de Badajoz es hoy más que nunca una casa sin puertas ni ventanas, un verdadero hogar sin techo, ya que aún carece de unas instalaciones definitivas. Al igual que sus usuarios, deambula de un lugar a otro de la ciudad sin una sede fija.

Desde que abriera sus puertas el 25 de mayo de 1995 en unas dependencias cedidas por Renfe, no ha dejado de atender con ilusión a todas las personas que por allí se han acercado.

Tras abandonar esta sede, a requerimiento de Renfe, el proyecto, que gestiona Cáritas, con fondos de la Junta de Extremadura y el Ayuntamiento de Badajoz, tuvo que suspenderse en el 2003, hasta que en julio de 2004 encontró una sede provisional, en la antigua Escuela de Ingenierías Industriales.

En este lugar, el Centro Hermano celebra su décimo aniversario, "con un futuro incierto, porque la cesión de este espacio es por un periodo de tres años, ya hemos agotado uno y aún no tenemos ninguna propuesta", según la coordinadora del Centro Hermano, Teresa Castellanos, quien mostró su preocupación porque "en el caso de que haya que construir un nuevo edificio eso lleva mucho tiempo, por lo que veremos si la universidad nos puede prorrogar el convenio y nos deja quedarnos aquí más tiempo".

Un duro golpe

El hecho de no tener una sede definitiva preocupa a las personas que trabajan aquí, "porque la realidad demuestra una vez más a estas personas sin hogar que ellos son los últimos de los últimos". En este sentido, Teresa Castellanos recordó que "el golpe más duro fue cuando el centro dejó de funcionar, cerró el servicio y a nadie le importó, la sociedad no dio grandes muestras de apoyo". Por eso, han decidido celebrar esta semana su décimo cumpleaños con unas jornadas de puertas abiertas, "para que la sociedad sepa que existimos".

En estos diez años el centro ha registrado unas 8.000 acogidas. Por él han pasado entre 6.000 y 7.000 personas con problemas diversos: toxicomanías, desarraigo, desempleo, soledad, enfermedad,... El perfil del transeúnte o persona sin hogar ha cambiado también en este tiempo. El colectivo que acogía al principio era en su mayoría personas que iban de paso o indomiciliados de Badajoz, algunos de ellos portugueses con problemas de toxicomanías. Sin embargo, en la actualidad, la mitad del colectivo son inmigrantes, en su mayoría de los países del Este. Ha aumentado el problema de las drogodependencias, así como el de las enfermedades mentales. También hay más mujeres.

Cambiar su realidad

"Buscan sustento y apoyo y nuestro objetivo es cambiar su realidad, algo que no siempre es fácil, sobre todo en una sociedad cada vez más competitiva e individualista, cuyas metas son cada vez más inalcanzables para ellos", según Teresa Castellanos, quien asegura que "en contra de lo que muchos piensan, nadie quiere vivir en la calle".