TAt estas alturas de la vida el escepticismo ha hecho mella en mi espíritu. El corazón sigue joven y jubiloso y quiere creer pero la mente, más vieja y castigada, me dice que ya ha creído bastante en las promesas de los hombres. No obstante, en esta ocasión, el corazón ha ganado la partida a la cabeza y creo que esta vez es posible aunque, bien es verdad que la fe de la que hago profesión no está basada tanto en las palabras de quienes nos gobiernan sino en el dinero que va a llegar vía Plan Local de Empleo. ¡Por fin la plaza de Santa Ana! Parece que quieren hacer una biblioteca en el deteriorado edificio del mercado. Eso estaría bien. Esperemos que sea la idea definitiva.

Que así sea.

El corazón me sigue palpitando con otro de los proyectos: el viejo Vivero y las obras de adecuación de las que estamos pendientes desde que se inaugurara el nuevo estadio en el 98, mañana hace veinte días que se cumplió el décimo aniversario. Diez años de espera para la remodelación del espacio que ocupa el vetusto campo de fútbol y que toda la margen derecha del río ansía ver convertido en zona deportiva para disfrute de los vecinos, entre ellas yo que vivo casi en frente.

Que así sea.

Más despacio me late el corazón con eso de la plataforma única. En Juan Carlos I o en Pedro de Valdivia, al ser más anchas, puede que cumpla su función pero en calles como la de San Pedro de Alcántara, la cosa no va muy bien. Me cuenta una amiga que la transita con frecuencia que la plataforma única consiste en que los coches aparcan pegados a las fachadas mientras los peatones van por el centro y tienen que apretarse contra las carrocerías cuando ven venir un vehículo circulando. La cosa se complica si alguien va con silla de ruedas o con un cochecito de bebé.

Que así sea, pero con vigilancia.

Por cierto, feliz navidad.