El alcalde de Badajoz sorprendió a los periodistas con la puesta en escena de su última comparecencia, en la que salió acompañado de todos sus concejales (ellas sentadas junto a él y ellos de pie, detrás), en la que además, en contra de su costumbre, leyó un comunicado, para cerciorarse de que nada se le olvidaba y para no dejarse llevar. El alcalde comparecía así para demostrar al presidente de la Junta que el equipo de gobierno no se achica ante sus acusaciones y no va a admitir de nadie que los tachen de inmorales.

Bien habría quedado si tras el comunicado no hubiese dado rienda suelta a sus elucubraciones y, basándose en unas declaraciones de Manuel Sosa sobre las presuntas investigaciones en la vida privada de concejales populares, Celdrán alzó la bandera de la protección a la vida privada como principio infranqueable.

Pero sus palabras se esfumaron en un instante cuando, para ejemplarizar su defensa de la intimidad aludió a un suceso antiguo en el que él mismo protegió la vida privada de un socialista e impunemente dio pelos y señales de lo que él sabía, invalidando así lo que poco antes había defendido. Para guardar un secreto hay que permanecer callado.