Tenía que ocurrir tarde o temprano. Lo dije en las páginas de este mismo diario: en la explanada de Prim van a aparecer restos arqueológicos. Ya ha ocurrido.

Se dirá que son pocos y quizás insignificantes --ningún resto arqueológico lo es, aunque su valor artístico sea irrelevante--, pero para mí que esto es sólo la punta del iceberg. No hay que ser un genio ni poseer el don de la profecía para darse cuenta.

Badajoz es una ciudad con un rico pasado histórico y por mucho que haya cambiado a lo largo de los siglos, sus vestigios afloran en cuanto se rasca la superficie. Y, se quiera o no, todo lo exhumado tiene valor histórico.

Luego podemos discutir sobre si la muralla árabe iba más acá o más allá, si había un convento y si los restos humanos proceden o no de allí. Da Igual. El pasado es tenaz y sus harapos salen a la superficie para confusión de iletrados y gente práctica.

Si en el baluarte de Santiago se descubrió un cementerio islámico, en la explanada de Prim van a aparecer o más esqueletos, a pesar de la distancia, o los restos de la ciudad medieval. Y se tienen que estudiar. Que nadie nos venga con monsergas. Si hay que excavar, ahora es el momento. Cuando aún las máquinas no son un instrumento de presión y se pueden hacer las cosas con calma y ponderación, cuando no se perjudica a nadie, cuando se pueden evitar las lágrimas de cocodrilo.

Vamos a ver a quién le interesan de verdad Badajoz y su pasado. O sea, su futuro. Y a ver cómo se gestiona el trabajo.