No sé cómo y dónde estará ahora. Pero me lo imagino saliendo del hospital, con las secuelas físicas de quien ha sufrido un accidente y dirigiéndose a su casa, a lo que queda de su casa. La puerta de entrada al piso está casi intacta, es lo único que se ha salvado del fuego. Al abrirla, todo es oscuridad, a pesar de que era un piso luminoso, pero las llamas lo convirtieron en un horno y todo lo que había dentro ardió. Todo es negro: los instrumentos de música colgados a la pared, una guitarra, una trompeta, un banjo, el piano del salón, la figura africana de madera, los cuadros ... los recuerdos. Toda una vida hecha cenizas. Se me viene a la memoria un amigo, ya mayor, don Manuel, gran aficionado a los toros, que también sufrió un incendio en su piso. No hubo daños personales, que era lo importante, pero todo se quemó. La compañía de seguros lo indemnizó y renovó la casa. A su edad, ya jubilado, estrenó muebles, cortinas, sábanas, vajilla y televisión, todo flamante y moderno. Pero no hay dinero que pague lo insustituible: las fotografías de toda una vida, sus recortes de periódico, sus trofeos, sus cartas de amor y amistad. Todo se lo llevó el fuego y nunca pudo recomponerlo.