No me parece descabellada la teoría que asegura que los americanos votaron a Donal Trump creyendo que nunca iba a cumplir sus promesas electorales. ¡Sería el primero que lo hiciera!, pensarían los americanos. De hecho ese puede ser el motivo del fracaso esta semana del populista Wilders.

Lo mismo los holandeses se han acojonado ante la posibilidad de que hiciera todo lo que ha dicho. Nunca lo sabremos, afortunadamente. Pero no es lo habitual.

Ni al otro lado del charco, ni mucho menos en España. De hecho hay un chascarrillo político que dice que los programas electorales de los partidos están hechos para no cumplirlos. Y así es.

Me lo recordaba hace unos días, con mucha gracia, un empresario de Olivenza dedicado al sector turístico desde hace años. No diré su nombre, pero sí que se define como un «emprendedor experimentado». Y razones no le falta.

Tres negocios y dos fracasos a sus espaldas le dan autoridad para definirse como quiera y hablar con rotundidad sobre la materia.

Se lamentaba del daño que está causando a la economía el exceso de burocracia y la lentitud de nuestras administraciones. Sin duda, una de las reformas más demandas por los ciudadanos y, a la vez, más incumplidas, de nuestros partidos políticos.

Su experiencia, contada en forma de anécdota, no puede ser más clarificadora: un proyecto turístico para la zona española de Alqueva. Le gustó mucho al Ayuntamiento de Olivenza. No obstante, había que consultar a la Mancomunidad. Y de ahí a la Diputación.

Pero además tenía que dar el visto bueno la Junta de Extremadura. Y, por supuesto, el ministerio. Se trata de un territorio que afecta a dos países. Hasta por la delegación del Gobierno tenía que pasar el proyecto.

No les cuento el final de la historia. El espacio de esta columna no da ni para un carácter más. Sólo echen un vistazo a la parte española de Alqueva.