Una mujer desecha durante su etapa fértil unas 17.000 compresas o tampones de usar y tirar, que están compuestos de plásticos que tardan cientos de años en descomponerse. Sólo los motivos de protección del medio ambiente justificarían buscar una alternativa más ecológica, pero también los hay económicos, pues la adquisición de estos productos suponen un gasto cuantioso (con un IVA del 10% a pesar de ser de primera necesidad) y sobre todo, por razones de salud, dado que las compresas contienen celulosas y fibras de algodón que se blanquean con productos químicos e incorporan láminas de polietileno o polipropileno que pueden irritar la flora.

Una opción son las compresas de tela reutilizables, muy extendidas en Estados Unidos y América Latina. Para Carmen Rodríguez Montero, una pacense de 26 años, son una alternativa con mucha ventajas. Le regalaron una y como en España no había muchos fabricantes, se decidió a confeccionarlas y a ponerlas en venta. Así surgió Menarquía (significa primera menstruación) en el 2015. Carmen es psicóloga, estuvo estudiando un master y después trabajando con colectivos en riesgo de exclusión y violencia de género, por lo que hasta el año pasado no pudo dedicarle más tiempo a su iniciativa.

Su propuesta consiste en promocionar las compresas de tela, reflexionar además sobre «el tabú de la menstruación» e informar de que existen medios más respetuosos con el cuerpo de la mujer. Carmen compra las telas y cose las compresas a máquina. Están compuestas por varias capas: una en contacto con la piel que puede ser de algodón o coralina, que es muy suave y no produce alergias; un núcleo absorbente de rizo de toalla de algodón y un tejido impermeable transpirable (PUL, poliuretano laminado) y una tela posterior en contacto con la ropa interior, también de algodón, con estampados coloridos. Llevan unos corchetes para cerrar las alas. También vende bolsas para guardarlas.

Calcula que ya ha confeccionado entre 150 y 200. Al principio las vendía a sus amigas, hasta que emprendió el negocio. La venta funciona sobre todo por redes sociales. Señala que una gran parte de las mujeres que se las compran lo hacen porque las compresas con plástico les causan problemas físicos. Cuestan de 6 a 10 euros la unidad y se pueden lavar y reutilizar infinidad de veces. Carmen asegura que quien las prueba, repite. «Lo que más me motiva es que la gente está muy contenta». Reconoce sin embargo que este tipo de productos ofrece aún resistencias. «Hay quien se asombra, se acuerda de los pañitos y le da mucho asco», pero apunta que aquellas compresas llevaban tripa de algodón y resultaban difíciles de limpiar «pero ésta es otra versión más sencilla». Donde más vende es en Galicia y Cataluña, cree que porque es donde hay más conciencia ecológica y movimientos alternativos. También ha pensado unir el proyecto a charlas sobre menstruación y mujer «porque hay mucho desconocimiento».