TNtada habríamos avanzado sin los grandes inconformistas que nos han traído hasta aquí por pasarse la vida reivindicando cosas dispares. Por ellos hoy disfrutamos de muchísimas concesiones --otra cosa es que se olvide-- como la igualdad --bastante más antigua que Bibiana aunque ella no lo sepa--, la libertad de casi todo, las vacaciones retribuidas, el descanso semanal y otras que fue preciso pedir y costaron esfuerzo y vidas. Las usamos sin pensar porque hace tiempo que son realidades integradas en nosotros mismos. No obstante, está claro: para progresar hay que hacer reivindicaciones y todavía hoy, en la era de los derechos humanos, hay reivindicaciones necesarias por las que esforzarse que no voy a enumerar, pero gracias a las cuales seguiremos sumando nuevos privilegios a los de ahora. Así debe de ser. Lo que no entiendo es que se vuelvan las tornas y de pronto sea obligatorio reivindicar obviedades que creíamos parte de nuestro acervo desde tiempo inmemorial. Un ejemplo: pensaba que podíamos criticar como ciudadanos las acciones que se desarrollan en Badajoz, los hechos que en la ciudad ocurren, las personas que destacan, lo sucio de las aceras, la equivocada o no gestión municipal, etcétera, y hacerlo en voz alta, sin más. Y resulta que no. O eso han entendido unos cuantos conciudadanos que han creado una asociación para hablar de lo que pasa en la ciudad sin las cortapisas que, al parecer, tenían como individuos. Y otro peor: anda por ahí un Manifiesto por la Lengua Común listo para su firma que reivindica algo tan obvio como el uso sin trabas del español. Todo porque dicen que hay lugares de este país que el finde pasado se llamaba España con eñe y bandera en la ventana, en los que un derecho elemental como la lengua peligra. Y lo que son las cosas: a pesar de que no me asociaré porque critico cuanto quiero, sin embargo sí he firmado con placer el Manifiesto. Las razones exceden al hecho de que me guste Zarauz en verano y me exprese mal en vasco. lrsabatertelefonica.net