Te despiertas y la cabeza no está donde la dejaste anoche. En su lugar, tienes un bloque como de hormigón que pesa y ya no sirve para pensar. Solo duele. Los ojos tampoco ven. Y en la boca y principio de la garganta-!ay!, dirías que te has metido la guía de teléfonos y que un trozo enorme continúa pegado al paladar. Estás hecho un asco, vamos, y no sabes cómo vas a poder ponerte en pie para marchar a tus obligaciones. La situación te hace renegar de todas las fiestas y prometer que nunca, nunca, volverás a beber en ese sitio en el que todo el mundo sabe que dan garrafón. Lo bueno es que venden ahora unos tónicos maravillosos para esas mañanas que te espabilan de momento. Tienen curiosos nombres: Alertín, Recuperal, Recuperín, Resaquín, cosas así. Son cócteles con taurina, cafeína, vitaminas y otras inas parecidas que te pueden sacar de un apuro, aunque, claro, nunca curarán a un alcohólico ni evitarán tu próxima borrachera. Eso depende de ti, chaval. El alcoholismo es un desajuste crónico, que va construyéndose poco a poco, sobre todo si le pones empeño, para el que no sirven pócimas mágicas. Badajoz salió del Carnaval con un terrible resacón, las calles sucias, los jardines devastados, los portales orinados, las intoxicaciones comprobadas, la cochambre incrustada en cada paladar y los alcoholes envenenados por las esquinas. Lo peor es que en la ciudad da la impresión de que la mugre --la resaca-- continúa y los paliativos no han resultado del todo eficaces. Esa pobre limpieza, esa falta de renovación de jardines y mobiliario urbano, esa policía local que investiga a la tienda que vendió alcohol al niño intoxicado- como si solo hubiera una y esa venta ilegal fuera consecuencia de un día de fiesta, no lo cotidiano. Los Resaquines empleados no deben de ser suficientes. Es posible que haya que cambiar de marca, hay muchas. Porque de lo contrario puedes llegar a pensar que Badajoz padece un desajuste crónico y eso, como el alcoholismo tiene difícil curación.