Es preocupante que un miembro de una institución pública, como es el ayuntamiento, inste públicamente a que no se cumplan las sentencias del Tribunal Supremo. Pero aun es más grave que un profesor de la Universidad de Extremadura, en este caso de la propia Biblioteconomía, propugne que todos no somos iguales ante la ley --principio básico en el que se basa la sociedad moderna democrática desde la Revolución Francesa en 1789-- y que existe una ley para que la cumplan los ciudadanos y otra con manga ancha para las instituciones.

Nos gusta pensar que vivimos en un país que pertenece al mundo civilizado y no en una república bananera donde los gobernantes pueden cambiar las normas a su antojo y burlar las sentencias del Tribunal Supremo. Esta teoría, propia del Antiguo Régimen y del Despotismo Ilustrado, es la que viene a proponer el señor Cardoso cuando se niega a que se cumpla la sentencia del Supremo y que las obras ilegales realizadas en el antiguo Hospital Militar dentro de la Alcazaba árabe sean demolidas. Quizás debería explicar a los pacenses por qué se hace cumplir la ley y ejecutar las sentencias cuando éstas van contra las pobres personas de a pie --recordemos la finca Los Rostros-- y con qué criterio se debe actuar de otra forma cuando los tribunales fallan contra las instituciones.

Amigos de Badajoz hizo todo lo que estaba en su mano para que la obra de Biblioteconomía se parase y se reformase el proyecto de acuerdo con la legalidad, pero la huida hacia adelante emprendida por nuestros políticos no nos dejó más salida que los tribunales. Ahora el señor Cardoso, en lugar de disparar contra los ciudadanos que cumplen con su deber de denunciar una ilegalidad, debería pedir responsabilidades a los políticos que acometieron una obra ilegal con 800 millones de pesetas del erario público, responsabilidades que tienen nombres y apellidos tanto en la Consejería de Cultura de la Junta como en el Ayuntamiento de Badajoz.

Todos apoyamos poner una facultad en la Alcazaba, pero eso no puede servir de excusa para atropellar el Patrimonio Histórico y destrozar literalmente el perfil de toda la ciudad, con unas nuevas construcciones tan ilegales como innecesarias y solo explicables para la significación personal de un arquitecto. Justificar las ilegalidades con cualquier fin no es más que confundir destrozo y atropello con falso desarrollismo y modernidad. Estoy seguro que los ciudadanos pacenses conocen bien quienes son los Amigos de Badajoz y a qué se dedican y quienes son únicamente amigos de su bolsillo y de su puesto.