Con motivo del bicentenario de la RS Económica de Amigos del País de Badajoz, hemos celebrado el XV encuentro de estas entidades de España y América. La de Badajoz, con sus 200 años, es una de las más jóvenes. Si continuamos es porque seguimos vibrando de entusiasmo y de ganas de vivir y cuando nos juntamos este entusiasmo y vitalidad se contagia.

Nos hemos reunido no para mirar atrás y dormirnos en los laureles, riesgo que existe cuando uno tiene tanto pasado del que sentirse orgulloso. La edad y la experiencia deben servir para detectar que muchas otras entidades han desaparecido en cuanto han dejado de tener una razón de existir y han dejado de aportar valor a la sociedad. Las Económicas de Amigos del País somos conscientes de que muchas de las razones que nos hicieron nacer hace más de 200 años siguen teniendo plena vigencia y a ellas debemos seguir dándoles respuestas.

Si hace 200 años hacía falta que un grupo de personas independientes del poder provocasen la activación y el impulso local de los nuevos conocimientos, las nuevas tendencias y las nuevas formas de vida, en un mundo globalizado y con un grave riesgo de incrementarse las brechas del bienestar esta misión sigue teniendo pleno sentido. Revisando nuestros estatutos fundacionales existen bastantes coincidencias en los objetivos de fomento del "patriotismo, el humanismo, la modernidad, el pragmatismo local y el uso de la inteligencia frente al fanatismo". ¿Acaso estos objetivos no siguen vigentes? Algunos proponían que deberíamos ser un referente de orientación moral sobre el presente y el futuro. Probablemente sea demasiado arrogante esta propuesta, pero sin pretender serlo de manera exclusiva, quizá sea necesario proponérselo simplemente por nosotros mismos y sin querer ser referente ante nadie, sino simplemente serlo.

Las Económicas han pretendido siempre ser un espacio de respeto a las ideas y a las personas, a la diversidad y a lo diferente, de contraste y debate de ideas, de búsqueda permanente de nuevas visiones y de libertad. En un mundo en el que el conflicto, la exclusión y la represión se llega a asumir como normal, no está nada mal que existan espacios que lejos de las confrontaciones partidistas y de bandos fanáticos, se pueda hablar y convivir con un respeto absoluto a quien piensa de otra manera o milita en otra trinchera, y además de respetarse poder construir conjuntamente un mundo mejor. Seguimos teniendo retos por los que merece la pena trabajar.