Puede que pienses que no eran ni tres ni reyes ni magos ni se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar ni que uno de ellos fuera negro. Puede que creas que todo forma parte de un catálogo doctrinal de una fe que no sigues y una iglesia que ni fu ni fa o, peor aún, persigues. Puede que entiendas el concepto pero no comprendas el sentido y te abandones a una indiferencia cuando no desprecio sobre una tradición que, cualquiera sabe por qué, detestas. Igual porque te trajeron un camión en vez de un caballo o un juego de química y no una muñeca. Puede que en un alarde desbordado de republicanismo de todo a cien, solidaridad de fachada y cientificismo de wikipedia relaciones a los Reyes con una monarquía, pretendas que el oro, el incienso y la mirra se conviertan en regalos no sexistas o políticas de mínimos vitales y conviertas la magia en truco. Puede que todo te parezca una pantomima, un juego de niños, una engañifa o una brutal alienación consentida socialmente que debe ser extirpada para alcanzar los valores de la mediocridad en que se han transformado todas las ideologías. Puede que todo sea un sarcasmo, una búsqueda inútil de la felicidad, un inmenso vacío que pretendes llenar con amarillentas postales que te recuerdan que ya eres adulto, responsable, serio, comprometido, hipotecado, con tu lugar en el mundo y no crees en monsergas ni en nada que no pueda ser demostrado. Pero puede, también, que te hayas equivocado, que todo se quedara en aquella última cabalgata de Reyes antes de hacerte republicano, que el tiempo esté parado desde aquella noche en que creíste verlos partir desde tu ventana tras agotar la copa de anís, el cubo de agua y la bandeja de polvorones, que ya no recuerdes esa mañana de seis de enero cuando saltaste de la cama y corrías por el pasillo gritando ¡han venido los Reyes! ¡han venido los Reyes! y encontrarte bajo el árbol algunos regalos. Puede que no todo el mundo lo viva y que muchos lo hayan olvidado pero mientras que creamos que esto es solo una fiesta, que solo concierne a los niños, que solo tiene que ver con la religión y que no hay magia por ningún lado, mientras que intentemos dominarlo con nuestra perversa mentalidad de realismo herido y soberbia adulta, siempre sentiremos el vacío y el carbón será auténtico.