Se acerca septiembre. Se acercan los anuncios de colecciones por fascículos, las ofertas en los gimnasios, las colas en las librerías para comprar los libros de texto y la rutina marcada por la jornada laboral. Con septiembre se inicia además el calendario de fiestas que celebra esta ciudad. La noche en blanco está anunciada el sábado día 2 y el penúltimo fin de semana del mes se celebrará Al-Mossassa. Vuelve el bullicio al Casco Antiguo y despiertan la quejas de los vecinos que lo habitan por todas las molestias que arrastran los fines de semana que empiezan los jueves y por todas estas celebraciones, a las que no se les acaba de encontrar una solución.

Se va a cumplir un año desde que se reunió la denominada Mesa del Ruido y acordase elaborar un protocolo que defina el horario especial en el que podrán permanecer abiertos los establecimientos de hostelería de la ciudad con motivo de sus fiestas, para que pueda conocerse con antelación en función de las características de cada cita y evitar así los conflictos que han surgido sobre todo entre hosteleros y vecinos del Casco Antiguo. La iniciativa la anunció el entonces primer teniente de alcalde y concejal de la Policía Local, Germán López Iglesias, como uno de los propósitos de la Mesa del Ruido, que se reunía por primera (y última) vez, convocada por el ayuntamiento. Entonces ya se dejó claro que sus decisiones no eran vinculantes. No lo han sido, por lo menos hasta ahora. Hace poco, en junio, la sucesora de López Iglesias, la concejala del PP María José Solana, al ser preguntada por la prensa por este protocolo que se anunció a finales de septiembre del año pasado, puso cara de no saber nada del asunto y se limitó a responder que no fue ella la que anunció este compromiso. Desde luego que no era suyo, pero sí del equipo de gobierno del que forma parte. Nada más se ha vuelto a saber.

Pero los vecinos que sufren las consecuencias de la coincidencia de varios negocios de hostelería en una misma calle no van a callarse. Se quejan a través de la asociación Espantaperros y, hace unas semanas, la plataforma ciudadana SOS Casco Antiguo ha remitido al ayuntamiento un estudio sobre el ruido que los atenaza. No es una análisis técnico, sino una valoración con propuestas para intentar poner remedio al eterno dilema de equilibrar los derechos a la diversión y al descanso. La ley está de parte de los vecinos y el ayuntamiento lo sabe. Ya hay sentencias condenatorias contra gestores municipales y los políticos son conscientes de que tienen que andar con pies de plomo, mirando bien por dónde pisan. Un grupo de hosteleros ha firmado incluso un compromiso de buenas prácticas para diferenciarse de quienes hacen caso omiso a las molestias que puedan generar en el entorno. En diciembre concluye el plazo de vigencia de la declaración de Zona Saturada de Ruidos, aprobada en el 2010 y ampliada en el 2014. El ayuntamiento ha sacado a licitación el servicio de consultoría y la asistencia técnica para renovar esta declaración. Lo hizo en junio y no se ha adjudicado aún. Pero los vecinos, que son los que dan vida de noche y de día al Casco Antiguo, desde enero hasta diciembre, siguen denunciando que se vulneran las normativas sobre límites de contaminación acústica y lo avalan con estudios sonométricos. Si es verdad que hay interés en encontrar soluciones y si la preocupación es sincera, no hay excusas para no sentar a todas las partes en una mesa que no debe quedarse en una mera intención y empezar a dar forma de sanción a quienes no ponen los medios para dejar de molestar.