Qué pena que ya no sea ayer, sino mañana, y haya pasado el concierto de Joaquín Sabina en Badajoz. El maestro de la poesía en forma de canción dio anoche --sin que la lluvia, pese a las nubes, lo impidiera-- la talla en el único concierto en la región de su gira Vinagre y Rosas . Con gran éxito materializó su vuelta a España tras su periplo, durante lo que va de año, por Latinoamérica y casi siete meses después de la primera actuación de esta ronda para presentar su último disco, escrito "a cuatro manos" con el poeta Benjamín Prado.

Pero no solo de novedades como Tiramisú de limón o Crisis -- canción más actual, complicada, por cierto-- viven los sabinistas . Los 9.000 que ayer abarrotaron la plaza de toros de Badajoz, entregados ya nada más encenderse las luces del escenario, tuvieron la suerte de poder corear también algunas de sus creaciones históricas, como Calle Melancolía , Por el bulevar de los sueños rotos o 19 días y 500 noches .

Lejos de viejos fantasmas con forma de gatillazos gijonenses , con bombín y chaqueta, se burló de quienes acuden a sus directos con afán de despedidas, demostrando que, aunque rota, le queda voz para rato. Desde luego dejó claro, como dice una de sus últimas canciones, que "el final no empieza hoy". Y así lo demuestra su regreso a España, "¿y qué mejor sitio para volver que a una plaza de toros y en Badajoz?", al tiempo que dedicaba un soneto a Extremadura.

El público saboreó de nuevo al Sabina ´superstar´ que ya deslumbró hace casi tres años en Cáceres, acompañado de Joan Manuel Serrat, en su gira Dos pájaros de un tiro . Tras celebrar entonces por Peret que no estaba muerto, sino tomando cañas, ayer volvió a demostrar que no solo es un maestro escribiendo letras, sino también llevándolas al escenario. No en vano, para cantarle a "un adiós que no maquilla un hasta luego" o a "nunca que no esconde un ojalá" hay que ser "mucho Sabina".