TLta salud era una medida del bienestar individual o colectivo. Afecta, además de a las personas, a todo lo que las rodea y a los lugares donde viven. La gente era más feliz con buena salud. La salud también era importante antes de convertirse en una paranoia colectiva. Querías disfrutar saludablemente de la vida y por eso salías a tomar el aire o el sol, dos cuestiones impensables ya por el alto riesgo que conllevan: el primero siempre está hecho un asco, repleto de contaminantes y suciedades diversas y el segundo te contagia un cáncer de piel en cuantito te sales de la sombrilla. Te gustaba comer y lo hacías sin tantas pamplinas, porque ahora los alimentos se han convertido en terribles adversarios de elevada capacidad mortífera, que o te los sirven envenenados a base de conservantes y colorantes o te altera el colesterol o te produce un subidón de la tensión que a poco acaba contigo. Por no hablar de bebidas, incluida el agua, que era el modo tradicional de aplacar la sed de un trago. Pues, no señor, cuidadito con el líquido que ingieres, seguramente lleva unas dosis letales de algún inquietante producto químico dispuesto a acabar contigo en un santiamén. Las sociedades avanzadas cada vez dicen que cuidan más de nuestra salud y promulgan leyes a su favor. No lo creas, porque puede que nos mantengan el cuerpo saludablemente, pero lo que es seguro es que van transformándonos, en cambio, en saludables paranoicos mentales. Claro que hay diferencias y, en esto como en todo, depende mucho de donde te haya tocado vivir. En los USA, por ejemplo, están obsesionados a tope con los Marlboro y el Philip Morris y el señor Chávez ha prohibido la Coca cola zero a los venezolanos. Badajoz asoma este fin de semana con la alcazaba desdentada y anunciando riesgo máximo de radiación solar. Por preservar mi salud --la mental--, prometo tomar el sol al borde de la piscina y beber Coca cola sin parar. Por la tarde pasearé por la muralla y pediré --para ella sí-- salud para la alcazaba.