Ojalá hiciéramos más cosas por estar convencidos de ellas y no por temor a una multa, pero es evidente que este planteamiento es una utopía y de ahí que en muchas ocasiones haya que darle la bienvenida a determinadas normas y a su oportuno capítulo sancionador.

Y el ejemplo más evidente es el de la conducción. Si nos cortamos a la hora de tomar alcohol antes de ponernos al volante, no es por las peligrosas consecuencias que puede tener para nuestras vidas y las de los demás, sino porque no queremos rascarnos el bolsillo y menos aún quedarnos sin el carnet.

Pues igual sucede con la limpieza en Badajoz. En todos los estudios se refleja el malestar de los pacenses por lo sucia que está la ciudad, pero seguimos viendo como se sacan las bolsas de basura por la mañana sabiendo que no se recogen hasta por la noche, como los perros siguen sembrando de excrementos aceras y jardines ante la mirada compresiva de sus dueños o como se tiran muebles y ripios en cualquier entorno de la ciudad aunque se trate de un lugar de gran belleza y valor medioambiental.

Es evidente que tienen que funcionar los servicios de limpieza y en Badajoz esa labor ha sido, en los últimos años, ineficaz por obsoleta. Pero ni el más pintado de los servicios de limpieza puede tener éxito si éste no va acompañado de la colaboración de los vecinos por mantener limpia y en orden la ciudad.

Así que debe ser por ello que el equipo de gobierno del señor Celdrán ha preparado un nuevo reglamento de limpieza que podría estar aprobado coincidiendo con la puesta en marcha de la privatización del servicio y que contempla multas cuantiosas, tanto para quien ensucie como para quien destroce.

Probablemente hayan faltado más campañas de concienciación, pero al final pasará como en la carretera, habrá que esperar a que la vecina cuente alarmada que ha tenido que pagar 200 euros por tirar la basura fuera del horario permitido, para que entendamos, de verdad, la importancia de las consecuencias.