De pequeño, sanpaco, así, como suena; éramos niños y la ortografía aún no la teníamos muy trabajada. Poco más tarde, descubrimos que los mayores, más modernos, más vanguardistas y más progres, le llamaban igual, aunque desconozco si ponían la eme antes de la p o no. El caso es que todos siempre hemos ido a parar allí. Porque es el salón de casa, de nuestra casa. Los mejores bocadillos de calamares de la historia de la ciudad se comían en uno de sus kioskos y se celebraron las verbenas de San Juan o los primeros carnavales tras el franquismo. Se celebraron tómbolas, encuentros deportivos, mítines políticos, manifestaciones multitudinarias, rodajes de películas, ferias del libro y los primeros escarceos del amor o la aventura. Se fumaron los primeros porros, aún recuerdo a los fumadores, a los que miraba desde lejos, claro, sorprendido y boquiabierto, y se formaron las primeras bandas de música, dimos los primeros besos, comprábamos los sellos de Correos -¡ay, esas hermosas cartas que iban y venían de lugares cercanos y lejanos y que ya se perdieron!-, mirábamos el reloj de Banesto para comprobar que no llegáramos tarde, entrábamos en Simago a por las cintas de cassette vírgenes TDK de 60 y 90, los perritos calientes de Delma, el gallinero del López de Ayala, la cafetería Flash, la Marina y sus tertulias, el Chipén en una esquina y, al lado, el ministerio de Educación y Ciencia, el inmenso edificio de la Caja de Badajoz, que definitivamente nos deja, y Hacienda, que siempre dio miedo. Un poco más allá, la librería Diocesana, cuando estaba en San Juan Bautista, y el Hospital Provincial. El sábado, el estudio de Zaida Ortiz celebraba el día internacional de la danza con un buen puñado de participantes que deleitaron a familiares, amigos y paseantes. Me senté en un banco, bajo el mismo cielo de siempre, la misma primavera, los veladores llenos, las fotos de las primeras comuniones, la música de fondo, los niños corriendo, las niñas detrás de ellos, los papás y las mamás con la cañita cerca o alcanzando el globo, la pelota o el carrito a paso ligero. Recordé, por un instante, tanta historia acumulada en un simple parque, tantas generaciones, tantas vidas allí cruzadas y aunque sigue siendo sanpaco, es San Francisco y es un Paseo por donde todos hemos pasado.