Periodista

Debía ser el secreto mejor guardado. Al menos eso es lo que querían los protagonistas de la polémica, aunque sigo sin entender los motivos y los objetivos. La fiesta de Al-Mossassa va a celebrarse por fin, con la participación de dos asociaciones enfrentadas y gracias al arbitraje de la concejala de Cultura. Pero las tres partes habían pactado que hasta que no hubiese un acuerdo firmemente cerrado, con todos los puntos sobre las íes y la letra pequeña en aumento, no se haría público el contenido del acuerdo y el programa que finalmente ha resultado.

Todos creían que en una historia tan polémica, donde interviene tanta gente, sería posible guardar silencio, a pesar de que lo que estaba ocurriendo era ya ´vox populi´. Lo que no acabo de entender es porqué ese empeño de llevar el proceso con el más absoluto secretismo, si se trata de una fiesta de contenido lúdico en la que, teóricamente, los que intervienen lo hacen de forma altruista y sólo porque les mueve el interés de servir a su ciudad.

No debe ser así, porque si sólo hubiera buenas intenciones no tendría sentido el enfrentamiento entre las dos asociaciones que se disputan la organización de la fiesta. Al final, cuando ha salido a la luz el contenido del acuerdo que han alcanzado, todos, de una y otra parte, se han tirado los tiestos a la cabeza y han intentado buscar un chivo expiatorio al que culpar de haber roto el pacto de silencio. En esta historia cada vez hay más reacciones que no puedo comprender, sobre todo si hay quien acude a la mentira, sólo por tapar sus propias vergüenzas. Algunos se ríen por no llorar. Si Ibn Marwan levantase la cabeza.