ALCALDE DE BADAJOZ

He querido poner en mayúsculas Semana en el título porque la Semana Santa de Badajoz no es una semana cualquiera. Badajoz vive, en Semana Santa, una Semana única, diferente, singular, atractiva, seductora, recogida, plena de arte, extraordinariamente pasional, generosa en expresiones de religiosidad y devoción. Es una Semana donde los badajocenses viven la Pasión de Cristo al modo de Badajoz, es decir, recordando a los que se fueron, homenajeando a quienes sostuvieron en el pasado una representación tan viva y con tanta alma, mejorando lo que pueda mejorarse en el presente y dibujando sobre el escenario de nuestras calles y plazas la versión más auténtica de unos desfiles procesionales que reflejan el exquisito proceder de cofradías, nazarenos, costaleros, músicos, penitentes, artistas y fieles seguidores de su Cristo o de su Virgen que ponen lo mejor de sí mismos para que una semana del calendario se convierta en una Semana del corazón y la fe. Y si la religión es el elemento esencial de la Semana Santa y que, a mi modo de ver, jamás debe desdeñarse o situarse en segundo o tercer lugar --el mensaje, después de todo, es lo que sustenta un modo de vida, una fe o una cultura--, no me cabe duda de que existen otras circunstancias que engrandecen, sobredimensionan y le aportan trascendencia a nuestra Semana Santa. Me refiero a la tradición recogida, vivida y traspasada durante siglos. Me refiero a la historia de cofradías, de hermandades, de asociaciones, de iglesias y conventos, de pasos e imágenes que han convertido sus experiencias en un tesoro que hoy guardamos y compartimos con celo y satisfacción. Me refiero a la atmósfera que en San Roque o la Estación, en Santo Domingo o la Concepción, en San Andrés o la Soledad, en San Agustín o las Descalzas, en Santa Ana o en San Juan, al otro lado del río, por los alrededores de San Roque, en la Plaza Alta y su entorno, en el Casco Antiguo e, incluso, por toda la ciudad, se respira como un aire nuevo, que nos eleva, que nos emociona, que nos hace sentir emociones el resto del año desconocidas. Y me refiero, cómo no, al ambiente tranquilo, al Casco Antiguo convertido, al niño aprendiendo, a los abuelos enseñando, a los padres y madres recordando, al nazareno en silencio, al costalero en el esfuerzo, a la corneta y el tambor acompañando, al penitente entregado y, en fin, a la ciudad mostrando respeto.

La Semana Santa de Badajoz es una representación de un suceso extraordinario ocurrido hace más de dos mil años pero, sobre todo, es mantener viva una tradición con mensaje propio y que nos reconcilia con nuestro interior puesto que dicho mensaje proclama lo mejor para el ser humano. Por eso, quienes se esfuerzan en poner en la calle una procesión merecen nuestra gratitud porque nos recuerdan que no solo de pan vivirá el hombre y que la historia de una ciudad se escribe también con la sencillez de nuestra mejor tradición.