Siempre consideré que una vez edificado el Cubo y aceptado que el fallo era contrario al edificio, no porque atentase contra el Patrimonio, sino por un problema administrativo con la licencia de obra, quizás podría haberse intentado alguna solución. Entonces. Yo participé en la manifestación en contra del derribo. No me pesa.

Pero ha pasado ya tanto tiempo y se ha actuado con tanta torpeza, con tanta arrogancia que, a pesar de todo, debo felicitarme como ciudadano de haber visto cumplirse la Ley. Aunque también me cueste los cuartos a mí, vía impuestos. Lo digo sin empacho --mis relaciones con Amigos de Badajoz, que ya no son los mismos, están a la altura de encargado de negocios--, no es justo culparlos a ellos. Serán todo lo tercos que se quiera y podrá, o no, pensarse que fueron manipulados. Han ejercido un derecho y los jueces les han dado la razón.

No son ellos los culpables, aunque no acabo de comprender las oscuras razones por las cuales la piedra de la denuncia cayó sobre el Ayuntamiento y no sobre la Junta, contra quien iba. En esta historia hay algún punto oscuro. Quizás algún cronista local pueda aclararlo alguna vez. Los motivos ya importan poco.

Quede claro: hay que cumplir la Ley, antes y después. Los ciudadanos están en su derecho de emplear los recursos legales disponibles.

Y luego está la política. A ver si nuestros políticos se sientan alguna vez a hablar para solucionar problemas, en vez de dedicarse al navajeo, a la hipocresía por oficio y al postureo cateto. Aquí y en esto nadie ha estado a la altura. Ni los mesiánicos arquitectos, ni los técnicos de Ayuntamiento y Junta, ni la Universidad --desorientada desde el principio--, ni la antigua Consejería de Educación --le sentó fatal lo de la excavación arqueológica--, ni la empresa concesionaria --cambiaron tres veces de jefe de obra, la interrumpieron seis meses, con diversos pretextos, y yo mismo hube de hacer un informe porque se imputaban a los arqueólogos gastos que no eran suyos--. No ataquen tanto a Cultura. Bastante tuvo con evitar --por una vez-- que entre unos y otros se cargasen, como querían, los restos arqueológicos más venerables de la historia de Badajoz.

Y, para rematar, la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo, con un desmedido protagonismo que se compadece mal con el lamentable papel que ha hecho en el asunto de El Campillo, pretende el indulto, como a los toros muy bravos.

El asunto del Cubo es demasiado triste. Me rindo a la evidencia: se hizo el milagro y lo hizo el Diablo. Y no pretendo ni cambiar de opinión, ni congraciarme con nadie.