TPtedro Escobar (IU) me comentaba el otro día en la radio que la empresa pública no debería ser siempre sospechosa de funcionar mal, que puede hacerlo bien. Claro, le replicaba yo, poder puede, pero casi nunca ocurre: la experiencia nos demuestra que lo frecuente es que gestione peor que la privada. Y ahí anduvimos discutiendo que si sí que si no, riéndome yo de algunos de estos gestores de la cosa pública y de cómo funcionan algunos gobiernos, algunas consejerías, algunos etcétera, respondiendo él con otras teorías. Poco después, paseaba por las calles cuando en cada esquina asomaban pringosas las bolsas de colores y los envases mugrientos. Rebosaban obscenos los contenedores y la ciudad entera daba cobijo a un basurero. Supongo que por la noche, además, saldrían algunas ratas a darse un homenaje y los perros más madrugadores esparcerían residuos una vez acabada su contribución al festín, pues el caso es que llevamos toda la semana con una ciudad más churretosa todavía de lo normal en ella --lo es bastante-- y, por lo visto, la mugre va a seguir acompañándonos un tiempo. Todo porque el servicio municipal de limpieza ha sufrido contratiempos y averías que han llegado a inutilizar ¡veinte vehículos de los veintiún que dispone para la recogida de basuras! Francamente, explicar semejante despropósito resulta pelín complicado. Incluso admitiendo la teoría del sabotaje, según la cual, un fulano, al parecer detenido, entretenía el pesado horario de recogedor de basuras en estropear latiguillos, inutilizar combustibles y choricear baterías, no se sabe si por el mero afán de chinchar a la ciudadanía o porque le tiene ojeriza al señor Avila . La explicación se queda tan corta que una piensa en la gestión de lo público. Hay cosas que pueden dar igual: un pago que llegue antes o después, una licencia cuya tramitación se dilata, un expediente que recorrió centenares de mesas y apareció en la casilla equivocada, pase. Pero, oigan, la basura huele. Privatización ya.