Confieso mi incapacidad para definir el periodo temporal que va entre Nochebuena y Nochevieja. Pasamos del ciclo de los preámbulos, los crismas, las buenas caras, los mejores sentimientos, los anuncios de televisión, las notas del cole, los villancicos, las comidas o cenas de empresa, los belenes, las luces, los arbolitos, la misa del Gallo para afrontar un fin de año como más laico, más mundano, más carnal. Pero, por el medio, hay días de confusión generados por los excesos previos, porque ya no vale decir aquello de Feliz Navidad, porque los villancicos como que ya no pegan, el ambiente se relaja, las pasiones se controlan y luego está el cómo llegamos al fin de año, tanto en los festivo como en lo familiar sin olvidar el fiestorro de turno o los buenos propósitos. También, como de paso, los santos inocentes, una historia curiosa, porque hacemos burla desde una tragedia y San Silvestre, al que hemos convertido en prueba deportiva, carrera popular, paseo en bicicleta y un poco de disfraz. Y ya, por fin, el fin, o sea, el final, es decir, dejamos atrás un año, al que miramos de reojo, tanto por lo bueno como por lo malo y, de igual manera, miramos al que viene con todas las sospechas del mundo porque no están los tiempos para echar campanas al vuelo, elevar las expectativas o soñar imposibles. Como mucho, que haya salud, que no nos falte nadie, que llegue el trabajo y, ya si eso, dejar de fumar, perder peso, hacer deporte, recuperar una amistad perdida, un cambio de actitud en lo personal, nuevos proyectos, aunque, como siempre, se corra el riesgo de que nada salga o todo se quede a medias. Cuando se va diciembre y con el mes, el año, tarareo con nostalgia el A mi manera de Sinatra: he vivido una vida plena, hice lo que tenía que hacer, momentos en los que mordí más de lo que podía masticar, arrepentimientos, me mantuve en pie, encajé los golpes, dije lo que sentía, he procurado no vivir de rodillas, he amado, reído y llorado, estuve harto y tuve parte de mi fracaso pero todo y en todo, lo he hecho a mi manera. No es un testamento vital, por ahora, eso espero, pero sí un ajuste de cuentas, el retrato de un año que se ha ido apenas sin tiempo para recuperar el aliento, pero sí es el proyecto para el año que llega: vivir con la cabeza en alto y únicamente aceptar como muletas el fuerte abrazo de quienes te aceptan.