Manuel Machado, en su canto a Andalucía, tras ir describiendo los atributos de las ocho provincias, concluía con un: Y Sevilla... Era una forma de decir que Sevilla no hace falta describirla, ni adjetivarla, quería decir que las más bella de las ciudades no necesita explicación. Por lo mismo con un: Y Morante, habría que finalizar si nos referimos al toreo de nuestra época, tal fue la obra que compuso el artista sevillano en el albero pacense.

Castaño albardado, hecho un punto cuesta arriba era el toro que abrió plaza. Echaba las manos por delante, se defendió en el capote de Morante y se quedaba corto. En el caballo cantó su mansedumbre, lo que no fue impedimento para que cobrará una vara a conciencia.

Clavó dos pares Lili de mucha exposición. Sobándole por arriba inició Morante el trasteo. Pero nada, aquel era un pozo seco. Era un toro de muy poco recorrido, que soltaba la cara al final del muletazo. Lo mejor algunos detalles, una bella trincherilla, algún natural suelto, y la estocada, de perfecta ejecución y en el hoyo de las agujas. Palmas a la voluntad.

Agradable por delante y muy reunido era el cuarto. Se llamaba Recluso, y así queda para la posteridad. Con él se confió Morante en los delantales de recibo, pero le apretó el animal hacia los adentros. No se cohibió el sevillano porque sorpresivamente siguió en el tercio en unas chicuelinas sublimes, enganchado el toro y nada de recortarlo, sino de llevarlo toreado hasta más allá del embroque. Bellísima fue la media de remate.

Bien picado, el quite fue de cuatro verónicas a compás, despaciosas, con el remate de la larga. Siguió la fiesta con un José Antonio Carretero en figura de los banderilleros.

Inicio de faena diferente: el pase de la firma, la dulce trincherilla, el ayudado por alto, el molinete invertido abelmontado y el cambio de mano. Y sinfonía, cante rotundo el de Morante al torear en redondo con la diestra, despacito, encajado, con una naturalidad pasmosa, en lo que era una comunión con quien asistía a aquel derroche de gracia y torería, solo rota por el desafortunado solo de trompeta de la banda cuando tocaba Nerva. En esas llegó el toreo al natural tras un cambio de mano por la espalda girando en sentido contrario al toro. Toreo lento, por abajo, reunido con el animal, que parecía que no iba a durar, pero duró. Y otra genialidad postrera, cuando Morante, con el toro aquerenciado en chiqueros, se lo sacó a los medios y allí lo tumbó. Dos orejas. Que no le pese al presidente concederlas.

Saltó al albero un punto descordinado el segundo. A la verónica lo recibió Manzanares sin muchas apreturas, buena la media. Tenía querencia a tablas. Gran tercer par de ese gran peón que es Curro Javier. Pases de tanteo y primera serie con la diestra desigual porque así era la embestida del animal. Toro sin ritmo y toreo sin ajuste. Allí no había emoción y alguien se lo gritó a Manzanares. Montó las espada y la estocada fue rotunda.

Más terciado era el quinto y metió bien la cara en las verónicas del alicantino, que toreó con empaque y elegancia. Por si había dudas, lo enseñó Curro Javier cuando lo llevaba largo en la que fue una lidia perfecta.

Comienzo con la muleta sometiendo al toro para seguir con dos tandas con la derecha del mejor Manzanares, más embraguetado, prolongando la que era una buena embestida. Tenía ante sí un bombón y lo exprimió con series por ambos pitones en eloque fue un toreo ligado y acompasado.

De Bonitas hechuras era el primero de José Garrido. Estrecho de sienes, abrochado y de generoso cuello. Prometía pero soltaba un punto la cara en las verónicas de recibo. Puyazo trasero alevoso que mermó las fuerzas del animal. Brindis al público de Garrido, que había hecho el paseíllo desmonterado. Inicio de faena con dos trincherillas que llegaron al tendido. Con la zurda, buena serie porque se lo pasaba cerca. Tandas alternando ambos pitones, con toques firmes porque el animal andaba justo de raza, pasándoselo cerca. En esas estaba Garrido cuando el zalduendo se le arrancó y lo lanzó al aire, sin consecuencias. Arrimón ante un toro aburrido al final. Primera faena de Garrido ante sus paisanos, muy por encima del astado. Estocada desprendida y oreja.

Mucho más toro era el sexto aunque agradable por delante. Garrido lo recibió con gaoneras, porque ahora se estila romper con la costumbre de torear a la verónica. Derribó el toro y embistió con gran son al capote del joven torero en verónicas acompasadas, ralentizadas . Ni mucho menos desmerece este torero en el lance fundamental, sino todo lo contrario.

Brindó a Antonio Ferrera e inició el trasteo en los medios por estuarios. Continuó toreando con suavidad en redondo con la diestra, muleta adelantada, ausencia de toques, con ajuste y trazo largo. Daba tiempos y sitio al animal. Siguió al natural, bien colocado y asentado, hasta que se descubrió y lo empaló, sin que lo calara. Faena de rotundo clasicismo en la que primó el buen gusto. Manoletinas finales, media en buen sitio, descabello y otra oreja. En José Garrido hay torero bueno.