Un día de estos, si es que no ha ocurrido ya, algún vehículo va a dejar allí sus ruedas. Es un ángulo recto y sin demasiado sentido, a no ser que existan razones que se me ocultan y que, en ese caso, me gustaría conocer. Si han subido alguna vez en coche por el Campillo hacia la plaza Alta se habrán encontrado, a la altura de la torre de Espantaperros, con un acerado terminado en punta que obliga a realizar un giro de noventa grados para acceder a través del arco. Paso por allí casi todos los días, atravesando, y bajando luego hacia la carretera de circunvalación. Son pocas las ocasiones en que puedo abrirme para evitar el pico. La vía rápida desemboca en un embudo en forma de codo y, casi siempre, te topas de frente con coches y furgonetas que cierran aún más el estrecho paso que tiene al afilado saliente como centinela.

No es una esquina que pueda sorprenderte cuando la doblas. Nada guarda, nada esconde. Las esquinas se forman en el inevitable entramado de las calles, siempre misteriosas, llevando en su quiebro la posibilidad de un descubrimiento, suavizándose en chaflán otras veces dejando atisbar lo que esconden. Pero eso no es una esquina dispuesta a sorprendernos, no tiene misterio, es tan solo un ariete al acecho, en medio de la calzada, para rajarnos al menor descuido las ruedas.

Me gustaría saber cuál es la razón por la que, ante Espantaperros, la agresiva punta del acerado no se redondea, imitando la curvatura de la torre. Mejoraría el tráfico, aliviando el cuello de botella que se forma en el obligado paso bajo el arco de acceso a la plaza.

No estaría mal que algo se hiciera al respecto. No tiene razón de ser su presencia y creo que su desaparición no afectaría negativamente al entorno. Está formado por dos líneas trazadas con precisión y firmeza, como si quien lo proyectó pensara que debía cumplir una misión importante. No entiendo cuál pueda ser. Solo veo un pico peligroso sin función alguna. Creo que podrían quitarlo.